La villa de Burgui constituye el pórtico de entrada al Valle de Roncal por su parte sur tras atravesar la foz que el río Esca forma entre los altos del Borreguil (1.420 mts.) y la Virgen de la Peña (1.294 mts.) Por su situación fronteriza con Aragón tuvo un castillo muy importante para la defensa del valle y todavía subsisten en su término restos del monasterio benedictino de Urdaspal que llegó a ser visitado por San Eulogio en el s.VIII.
El puente romano nos recibe a la entrada del pueblo con su inconfundible estructura de postal. Todavía conserva sus cuatro arcos originales, su viejo peralte y sus tajamares para rasgar las aguas del río Esca. A escasos metros aguas arriba, una pequeña presa o "puerto" por donde descendían las almadías nos recuerda que el aprovechamiento maderero, junto con la ganadería, ha constituido la principal dedicación de sus habitantes.
El caserío de Burgui se agrupa en la margen derecha del río Esca en posición escalonada. Se caracteriza por sus calles empedradas y las casonas de teja curva y tejados bastante apuntados con aleros saledizos.
En su término se encuentran importantes valores naturalísticos como las Balsas de Sasi o la Foz de Burgui, declarada Reserva Natural y que cuenta con una de las mayores colonias de buitres de Europa, junto con numerosas aves rupícolas que anidan en sus acantilados.
En la actualidad, la almadía se ha convertido en un símbolo de identidad del pueblo de Burgui gracias al empeño de la Asociación Cultural de Almadieros Navarros por celebrar el Día de la Almadía como reconocimiento y homenaje al oficio de almadiero.
En un tiempo en el que los avances tecnológicos protagonizan nuestra vida diaria, Burgui regala al visitante un delicioso reencuentro con el pasado. Así, a través de la senda de los oficios, un cómodo recorrido circular de 4 kilómetros, conoceremos diversos elementos que formaban parte de la vida de antaño. El itinerario incluye el puente medieval que representa el oficio de cantero, una almadía a tamaño natural, un horno de pan, una carbonera, una nevera medieval, una calera y un aserradero antiguo. Elementos etnográficos recuperados con el fin de preservar el sello de identidad de este territorio.
El horno de pan y la carbonera están resguardados por una cubierta de madera a cuatro aguas con teja característica. La techumbre sirve también como homenaje al centenario trabajo de tejero. Por su parte, la carbonera está dispuesta de tal manera que permite apreciar la chimenea interior que perfila la madera. Además, está revestida por ramas y tierra tal como mandan los cánones antiguos.
La nivera o nevera medieval es en realidad un pozo subterráneo donde la nieve se podía mantener limpia hasta el verano. Su estructura recuerda a las pallozas celtas y resulta muy llamativa. La base inferior es circular de sillar y sobre ella se levanta una amplia cubierta cónica de teja de tablilla sostenida por troncos de madera.
Por último, la calera es un horno de piedra caliza en forma de cúpula en el que se producía la cal para enlucir las fachadas de las casas.
En los valles del Pirineo, el aprovechamiento de los bosques ha sido desde tiempos inmemorables la principal fuente de ingresos, y sus ríos, el medio para trasladar la madera hasta las corrientes más tranquilas del Ebro donde podía ser vendida para su transformación. Esta madera se transportaba formando "almadías", balsas con remos en los extremos que constaban de varios tramos de maderos amarrados mediante jarcias vegetales y que se dirígían peligrosamente por el cauce del río.
En honor y recuerdo a los almadieros de los valles de Roncal, Salazar y Aezkoa, surgió "El Día de la Almadía", celebración declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional en el año 2005. Así cada primavera, a finales de abril o principios de mayo, y ante la presencia de miles de espectadores, estas embarcaciones vuelven a surcar las aguas del río Esca hasta culminar su recorrido en el puente medieval de Burgui.
La espectacularidad del acto se completa con actuaciones musicales, feria de artesanía, danzas, exposiciones, comida popular, proyecciones audiovisuales, deporte rural, bailables y la entrega de "La Almadía de Oro" a distintas personalidades navarras.
El puente romano nos recibe a la entrada del pueblo con su inconfundible estructura de postal. Todavía conserva sus cuatro arcos originales, su viejo peralte y sus tajamares para rasgar las aguas del río Esca. A escasos metros aguas arriba, una pequeña presa o "puerto" por donde descendían las almadías nos recuerda que el aprovechamiento maderero, junto con la ganadería, ha constituido la principal dedicación de sus habitantes.