Entre los muchos atractivos religiosos que hay en la provincia de Segovia es obligada la visita a uno de los parajes más impresionantes, que a la vez es centro espiritual segoviano: la Ermita de San Frutos.
Patrono de la diócesis, eremita retirado a estos desérticos lugares junto a sus hermanos Valentín y Engracia, protagonistas éstos, como ya hemos visto, de las “mojadas” de Caballar. Una breve península rocosa se ve cercada por las aguas del río Duratón, que discurren muchos metros más abajo de la superficie rocosa; en ésta tienen sus nidos colonias de buitres, que con frecuencia sobrevuelan el gran peñasco sobre uno de cuyos paredones, en increíble equilibrio, está una de las paredes de la iglesia. Alfonso VI donó este lugar al Monasterio de Silos, y los monjes construyeron un templo entre 1076 y 1100, completándose en la segunda mitad del siglo XII; se constituyó de inmediato el priorato de San Frutos.
La construcción está sobre restos visigodos, y el templo se conserva bastante bien; no así el monasterio, del que quedan algunas ruinas. Restos de tumbas se conservan junto al edificio. El 25 de octubre se celebra la gran romería. En el fondo, junto a uno de los meandros del río Duratón, se contemplan los restos de lo que fue Monasterio de la Hoz, convento franciscano que estuvo dedicado a nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz, fundado siglo y medio después de crearse el priorato de San Frutos.
Se suele fijar la fecha de nacimiento de San Frutos en el año 642. Hombre de vida interior intensa y placentera, advierte, ya en la madurez, que sus sentimientos interiores le impelen a despojarse de todos sus bienes y marchar a un retiro que le aísle del mundo. Lo hace con sus hermanos Valentín y Engracia y eligen un lugar agreste en las masas rocosas que circundan el río Duratón. Allí hacen vida eremítica y enseguida se acercan a ellos, atraídos por sus cualidades humanas y espirituales, numerosos vecinos de los lugares próximos, en buen número para alejarse de la cada día más cercana invasión islámica. Un día, los invasores llegan a la gran roca donde se refugian los santos y sus seguidores y Frutos les sale al paso para tratar de librar a los suyos. En oración, levanta el cayado que lleva en una mano y golpea con él la tierra, abriéndose de inmediato una gran sima que impide el paso de los invasores. Este profundo corte es llamado la “cuchillada de San Frutos”. El santo segoviano entregó su alma a dios en el año 715.