Emplazado en la franja central de la provincia, a 935 m sobre el nivel del mar, y distante de la capital a 34 km, la localidad de Turégano se halla enclavada entre el amplio valle de los ríos Pirón y Cega.
Turégano, la antigua “Toroda”, está compuesta por cuatro pedanías que son: La Cuesta, Aldeasaz, Berrocal y Carrascal. Las ruinas de origen celtibérico y romano del antiguo castro árabe que circunda el hermoso castillo medieval, sugieren que Turégano fue una población de vital importancia histórica y geográfica en la antigüedad más remota.
Durante la Alta Edad Media, en muchos documentos referentes a esta zona de la Meseta Central de la Península Ibérica aparecen, como singular hito de contextualización geográfica, varios caminos relacionados con esta Villa, especialmente la “semita que va de Torodano ad Boitracum” (El camino que va de Turégano a Buitrago atravesando la Sierra de Guadarrama). Desde el año 1123 en que, a petición del primer obispo de la iglesia restaurada de Segovia, el francés D. Pedro de Agén, la Villa fue donada por la Reina Doña Urraca y su hijo el Rey Alfonso VII a los prelados segovianos, Turégano comenzó a ser protagonista de la historia segoviana y de Castilla. Por ser el Obispo y Señor de la Villa miembro del Consejo Real de Castilla, principalmente durante los s. XIV y XV, se convirtió Turégano en sede de la Chancillería y Audiencia del reino, y en repetidas ocasiones, corte y residencia de los reyes castellanos, como cuando el Rey Juan I, en septiembre de 1390, firmó en Turégano la Carta Real de Fundación del Monasterio de San Benito de Valladolid, o cuando, con motivo de la solemne reconciliación entre el Rey Juan II y el condestable Don Álvaro de Luna, se celebraron las fiestas más fastuosas que jamás viera Castilla.
Grandes personajes históricos estuvieron relacionados con esta Villa, la Reina Doña Urraca de Castilla y su hijo Alfonso VII, el Rey Pedro I, el Rey Juan I, Don Álvaro de Luna, el Rey Juan II, el Rey Enrique IV, el obispo Juan Arias Dávila, los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, el Emperador Carlos V y es que, como dicen de uno de los mejores pintores abstractos del s. XX, Esteban Vicente, muchos vieron en esta Villa un prodigioso equilibrio entre libertad y sabiduría, expresividad y elegancia.
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Otra de las fortalezas más impresionantes para visitar en Segovia es el castillo de Turégano. Situada sobre un promontorio que observa la localidad de Turégano desde lo alto. Esta fortaleza cuenta con orígenes en la época de celtíberos. Este fuerte, rodeado por los campos cereales que dominan el paisaje de esta zona, fue también una importante cárcel donde estuvieron personajes ilustres, probablemente el más famoso de ellos Antonio Pérez, secretario del rey Felipe II. La estructura del castillo es muy peculiar, llama mucho la atención la Iglesia Románica de San Miguel dentro del mismo castillo, cuya espadaña sobresale los muros – algo que no hemos visto en otras fortalezas. Si visitas Turégano, además de visitar el castillo, tampoco te puedes perder la preciosa Plaza Mayor con sus soportales de arco de medio punto.
Varias torres del antiguo castro árabe, en parte desmochadas, permanecen aún en pie, desafiantes, unidas entre sí por las murallas de tapial que circundan el recinto de la fortaleza construida sobre la iglesia de San Miguel. En su día, fue ciudadela amurallada que protegía la zona. Lo que permanece tiene excepcional valor histórico: una joya militar única en el panorama de las defensas de la Alta Edad Media.
La vereda que transcurre hacia el camino de Torreiglesias nos conduce hacia la ermita de Ntra. Sra. de los Remedios. Acompañando nuestros pasos, una serie de cruces, talladas todas ellas de granito, y de distintas épocas de ejecución. El conjunto ofrece al visitante un total de 14 cruces que sirven de recordatorio y parada para el rezo procesional o privado del Vía Crucis.
Acompañados por este sobrecogedor Vía Crucis, paseo obligado para tureganenses y visitantes, se accede a la ermita, edificio de planta rectangular y pequeñas dimensiones restaurado en el año 1802. En su exterior, se observa una inscripción de concesión de indulgencias “REZANDO UN PATER NOSTER DELANTE DE ESTE SANTO XTRO. SE GANAN XL DÍAS DE YNDULGENCIA”, y el ventanal de rezo ubicado debajo de la inscripción, desde donde puede observarse la imagen de Ntra. Sra. de los Remedios, escultura sedente con el niño Jesús apoyado sobre la rodilla izquierda, y en la mano derecha, un ramo de flores.
Actual parroquia de la Villa, Monumento Nacional, es una verdadera joya artística, no sólo por su ábside románico del s. XII, sus retablos barrocos y el primitivo retablo románico en piedra, sino por el increíble tesoro escultórico, de orfebrería y de elementos religiosos acumulados en ella como consecuencia de haber heredado algunas piezas únicas procedentes de otras parroquias tureganenses: el Cristo bizantino de la iglesia de San Pedro, la incomparable talla románica de la Virgen del Burgo, el tríptico de pintura gótica (posiblemente del obispo Arias Dávila), la pila bautismal románica procedente de San Miguel, el cáliz de plata sobredorada de Diego Rivera, soberbias tallas barrocas de madera policromada y una riquísima colección de ornamentos religiosos.
Tal como ha llegado a nuestros días, es un templo construido en diversas épocas y diversos estilos arquitectónicos. Su interior consta de una nave central, una nave lateral donde se encuentra una capilla barroca llamada de la “Soledad”, el ábside que acoge el altar mayor, y dos sacristías adosadas al mismo, una de las cuales, la del lado de la epístola, fue demolida con el ánimo de dejar exento un arco más de la primitiva estructura románica del templo.
Situado en un enclave sin igual, rodeado por una maravillosa fauna y flora, se encuentra este Museo, situado en la antigua Casa del Ingeniero que ha sido restaurada para albergar el recuerdo a las gentes que han dedicado su vida a los trabajos realizados en los pinares: resineros, pegueros, piñoneros, guardas, etc.
Antiguamente el aprovechamiento del monte por el hombre centró su interés en la explotación de los recursos de éste. El pino como recurso maderero, la resina, el piñón, la caza, el aprovechamiento vecinal de pastos y la extracción de brozas,creó un ecosistema propio y un medio de vida para sus gentes. Sin embargo, a mediados del s. XIX, se inicia la explotación industrial de la resina, la cual ocupó una extensa mano de obra y una cierta riqueza industrial, además de un cuidado especial del monte por los resineros, transformando toda esa forma de hacer.
En el interior, además de los métodos y herramientas resineras, podremos encontrar unas grandes colecciones expositivas de árboles y semillas, plagas, pesca continental, fauna, hongos y plantas forestales, coches, camiones de bomberos, motos, carretas de madera, tractores, bomberos forestales y uniformes de la Guardería Forestal.
Recibe su agua (no potable) del arroyo Valseco o “Madre del Caño” y cuenta con un alto relieve en su frontal que explica su construcción, que fue debida al rey Carlos III.
En la vida diaria, todos los acontecimientos de Turégano giran en torno a la Plaza Mayor, que a principios del s. XX se llamó plaza de Alfonso XIII, más tarde de la República y ahora de España. También denominada “de los cien postes” por el cronista oficial de la Villa, Victoriano Borreguero. Con usos diversos, desde antiguamente, la Plaza Mayor ha servido de escenario para la celebración de ferias y mercados que tanta importancia adquirieron en la Villa; igualmente y desde finales del mes de agosto podemos contemplar, ya montado, su coso taurino listo para festejar las célebres corridas medievales de la Villa.
Sus casas se atienen a la misma tipología constructiva: pórticos adintelados, esgrafiados en sus fachadas, entramado estructural de madera visto y cubiertas de largos faldones con teja al estilo segoviano, árabe en canal y sin cobija. Arropada por el castillo y protegida por él, la Plaza Mayor, nos acoge con su encanto particular y nos invita, como a todos sus vecinos, a susurros y comentarios entre sus soportales.